En 2016, un pequeño estudio llamado Night School Studio sorprendió con un juego de terror que parecía sacado de una serie de Netflix: adolescentes, una isla misteriosa, y voces del más allá. Pero detrás de Oxenfree había una revolución técnica y narrativa que lo cambió todo. Desde sus orígenes en Telltale y Disney, hasta la creación de un sistema de diálogos que fluye como una conversación real, esta es la historia de cómo nació uno de los juegos más influyentes de la década.
Night School Studio fue fundado por Sean Krankel y Adam Hines, ex trabajadores de Telltale Games y Disney. Ambos estaban frustrados por las limitaciones de los juegos narrativos tradicionales: elecciones rígidas, diálogos interrumpidos, y falta de fluidez. Decidieron irse y crear su propio estudio, con un objetivo claro: hacer que los personajes hablen como personas reales.
Así nació el corazón de Oxenfree: un sistema de diálogo en tiempo real, donde podés interrumpir, callar o hablar mientras explorás. Nada de cortes a cámara o tiempos muertos. Esto implicó crear herramientas propias y rediseñar cómo se escribe un guion interactivo.
La historia se centra en Alex, una adolescente que llega con amigos a una isla abandonada. Lo que comienza como una escapada se convierte en una pesadilla sobrenatural cuando descubren que una radio puede abrir portales hacia otra dimensión.
El juego combina inspiración en clásicos como The Goonies o Stand By Me, con elementos paranormales y bucles temporales. Lo interesante: las decisiones que tomás en cada conversación cambian el rumbo emocional del viaje. No hay «malas elecciones», solo consecuencias sutiles que se sienten reales.
Durante el desarrollo, muchas mecánicas se inventaron sobre la marcha. Las distorsiones de radio, los cambios de tiempo y las repeticiones fueron diseñadas como «fallos intencionales», inspirados en películas como Donnie Darko. Además, la dirección de arte combinó lo retro con lo moderno: fondos pintados a mano y personajes vectoriales.
El juego fue financiado con apoyo parcial de Skybound y se volvió un éxito inesperado, llegando luego a Netflix y generando una secuela. Todo sin perder su esencia indie.