La escena indie se construyó sobre un pilar clave: la cercanía entre desarrollador y comunidad. Pero en los últimos años, cada vez más estudios caen en una práctica que empieza a desgastar esa confianza: prometer mucho y entregar poco. Entre trailers inflados, roadmaps que se abandonan y juegos que nunca llegan, surge la pregunta incómoda: ¿cuánto más vamos a bancar?
Lo que comenzó como una herramienta útil para financiar proyectos en desarrollo, muchas veces se convirtió en una excusa para lanzar productos incompletos sin compromiso real de terminarlos. Juegos como Egress, Cube World o incluso títulos más conocidos como The Day Before, se usaron como carnada para hypear a una comunidad… y luego desaparecer. ¿Es mala planificación o marketing disfrazado?
En un mercado sobresaturado, muchos desarrolladores recurren a trailers engañosos, promesas exageradas y estéticas llamativas que no reflejan la realidad jugable. Las redes sociales, sobre todo TikTok y X (Twitter), amplifican estos anuncios y viralizan conceptos que aún no existen. Y cuando el juego sale, si es que lo hace, no se parece en nada a lo que prometía. ¿Estamos ante una nueva forma de humo?
Los jugadores indie suelen ser más pacientes, más comprensivos, más propensos a apoyar “el sueño”. Pero ese mismo cariño puede ser manipulado. ¿Hasta qué punto perdonar atrasos, bugs o desapariciones responde a una cultura de empatía… y cuándo se convierte en una trampa emocional? ¿Debemos exigir con el mismo criterio que lo haríamos con un estudio grande?
El espíritu indie no debería ser sinónimo de impunidad. Entendemos los desafíos del desarrollo independiente, pero también merecemos transparencia. Confiar en lo pequeño, en lo pasional, no puede justificar prácticas deshonestas. Si queremos una industria indie fuerte, también necesitamos una comunidad crítica.