La influencia del cine en los videojuegos no es nueva, pero en los últimos años se ha vuelto especialmente notoria dentro del mundo indie. Desde la forma de encuadrar una escena hasta el ritmo narrativo o el diseño sonoro, muchos juegos independientes beben directamente del lenguaje cinematográfico. ¿Qué está impulsando esta tendencia? ¿Y qué tan lejos puede llegar esta relación?
Juegos como Norco, Twelve Minutes, Inside o Toem no solo tienen una presentación visual llamativa: usan técnicas del cine para contar sus historias. Encuadres que dicen más que mil diálogos, silencios que incomodan, cortes secos que sugieren el paso del tiempo. Incluso los movimientos de cámara simulados en 2D o 3D buscan emular el lenguaje del séptimo arte, generando una atmósfera más introspectiva y narrativa.
Una razón clara es la escala. Con presupuestos limitados, muchos estudios optan por contar historias más contenidas, con pocos personajes y escenarios reducidos. Esto los acerca naturalmente al cine independiente, que muchas veces trabaja bajo los mismos parámetros. Además, el auge de herramientas como Unity o Unreal facilita lograr resultados visuales cinematográficos sin necesidad de un equipo enorme.
El punto más fascinante de esta fusión es cómo algunos juegos logran apropiarse del lenguaje del cine… sin dejar de ser videojuegos. Títulos como Firewatch, Night in the Woods o Kentucky Route Zero no solo narran bien, sino que invitan a jugar con la historia. El cine influye, pero el control sigue siendo del jugador. Y ahí es donde lo indie brilla.
El cine no le roba espacio al videojuego indie: le da herramientas. Planos, ritmos, silencios y encuadres pueden enriquecer la experiencia interactiva, siempre que el juego no se olvide de ser juego. La relación entre ambos medios está lejos de ser una amenaza: es una oportunidad para contar de nuevas maneras, más humanas, más íntimas, más potentes.