No tiene tutorial, no tiene gráficos modernos, y su dificultad es tan alta que existe una wiki para aprender a jugarlo. Pero Dwarf Fortress no solo sobrevivió en ese caos: se convirtió en leyenda. Lanzado por primera vez en 2006, este simulador de construcción y supervivencia fue el motor silencioso detrás de éxitos como Minecraft o RimWorld. Y todo nació del trabajo obsesivo de dos hermanos que querían simular un mundo entero, hasta sus venas volcánicas.
Tarn y Zach Adams, dos hermanos estadounidenses, comenzaron el desarrollo de Dwarf Fortress en 2002. Desde el inicio, la meta no fue hacer un juego “divertido”, sino crear una simulación lo más realista y compleja posible. En palabras de Tarn: «No estamos haciendo un juego. Estamos modelando un mundo».
El juego genera mapas completos con geología, historia, civilizaciones, religiones, mitología, climas, fauna, economía… y todo eso antes de que empieces a jugar. Cada enano tiene personalidad, emociones, talentos y recuerdos. Las partidas pueden durar cientos de horas y terminar en tragedia por una invasión goblin, una inundación o porque un gato se emborrachó con cerveza derramada.
Así nació el corazón de Oxenfree: un sistema de diálogo en tiempo real, donde podés interrumpir, callar o hablar mientras explorás. Nada de cortes a cámara o tiempos muertos. Esto implicó crear herramientas propias y rediseñar cómo se escribe un guion interactivo.
Visualmente, Dwarf Fortress usa arte en ASCII: letras, símbolos y colores para representar absolutamente todo. Un caracol es una coma, un gato es una “c”, una puerta es un símbolo «+». Pero bajo ese minimalismo se esconde una maquinaria monstruosa.
No hay música original, el tutorial fue agregado 16 años después, y aun así, fue considerado por muchos como el juego más importante de la historia indie. Su frase célebre es “Losing is fun” (perder es divertido), porque cada catástrofe es única y deja una historia memorable.
El juego combina inspiración en clásicos como The Goonies o Stand By Me, con elementos paranormales y bucles temporales. Lo interesante: las decisiones que tomás en cada conversación cambian el rumbo emocional del viaje. No hay «malas elecciones», solo consecuencias sutiles que se sienten reales.
Tarn y Zach vivieron casi dos décadas desarrollando el juego de forma gratuita, sostenidos únicamente por donaciones de fans. Recién en 2022 lanzaron una versión comercial con gráficos renovados en Steam, que se volvió un éxito inmediato. Pero lo importante es que la versión clásica sigue siendo gratuita, actualizada y disponible.
El impacto de Dwarf Fortress es incalculable. Sin él, probablemente Minecraft no existiría. Para muchos desarrolladores, fue una prueba de que se puede crear algo gigante, ambicioso y sin compromisos… aunque te tome toda la vida.
El juego fue financiado con apoyo parcial de Skybound y se volvió un éxito inesperado, llegando luego a Netflix y generando una secuela. Todo sin perder su esencia indie.