¿Cuándo un juego deja de ser indie?: límites borrosos y debates eternos

El término indie alguna vez sirvió para definir a los estudios pequeños, sin apoyo de grandes editoras, que se abrían camino con ideas frescas y recursos limitados. Pero con el paso del tiempo, la palabra empezó a expandirse… y también a confundirse. ¿Cuándo un juego deja de ser independiente? ¿Quién decide qué es o no es indie? ¿Se puede ser indie con millones de dólares detrás?

Lo que antes se asociaba a lo alternativo y marginal, hoy se convirtió en una estética buscada. Muchas editoras entendieron que lo “indie” vende, y comenzaron a financiar juegos que simulan ese estilo, aun cuando sus presupuestos son abismales comparados con los verdaderamente independientes. Basta con mirar a empresas como Devolver Digital o Annapurna Interactive, que se presentan como promotoras de juegos indie, pero tienen campañas de marketing que nada tienen que envidiarle a los gigantes de la industria.

Uno de los argumentos más comunes es que un juego sigue siendo indie si mantiene su libertad creativa, sin interferencias externas. Pero, ¿eso sigue siendo cierto cuando hay contratos de exclusividad, deadlines impuestos o decisiones editoriales? Muchos juegos lanzados por grandes editoras “indie-friendly” se desarrollan bajo presiones similares a las del mainstream. La estética puede ser artesanal, pero los tiempos, las metas y los objetivos… no tanto.

¿Es la escala del estudio? ¿El presupuesto? ¿La forma de distribuirlo? ¿La ausencia de publisher? No hay una única respuesta. Algunos consideran que lo indie es una postura: crear con libertad, aunque eso implique limitaciones. Otros lo reducen a una cuestión de independencia económica. Lo cierto es que hoy más que nunca, el término está cargado de ambigüedad. Y tal vez ahí radica su fuerza… y su debilidad.

Quizás la pregunta no sea si un juego es indie o no, sino por qué seguimos necesitando esa etiqueta. En una industria saturada de lanzamientos, lo indie se volvió más un ideal que una definición. Y en ese terreno difuso, se libra un debate constante entre lo que queremos que sea… y lo que realmente es.

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